Tres décadas hace que prendió primero la Historia y luego una de sus técnicas "colaterales" la Arqueología. Desde entonces tantos paisajes, tantos lugares y en todos siempre un detalle, que nos deja un jirón de recuerdo. Por ello esta "arqueología colateral" aspira a recuperar retazos de aquellos viajes, estancias, personas, lugares que hemos surcado en pos de la labor cotidiana de la arena entre los dedos, la criba del hueso, de la astilla oxidada que un día clavo fue...

martes, 9 de noviembre de 2010

Arquitectura fortificada en las rutas del Sur: El castillo de las Aguzaderas (El Coronil, Sevilla)



En las rutas del Sur y fruto del largo proceso de disputa de territorios que tuvo lugar al final de la Edad Media subsisten una serie de restos arquitectónicos que siempre han llamado la atención. Los castillos, arquitectura fortificada que avanzaba o retrocedía al impulso de las necesidades de la salvaguarda de la tierra, han perdido hoy su función. El Castillo de Las Aguzaderas, en El Coronil (Sevilla) es una de esas estructuras que señorean en el paisaje de las campiñas. En la actualidad, y aunque es bastante lo que queda de la fábrica original, no obstante perdido su uso y habitación, se nos muestra como un digno ejemplo del pasado arquitectónico del sudeste de la provincia de Sevilla.

La construcción del castillo de las Aguzaderas está datada entre los años 1348 a 1355. Su planta es cuadrada y presenta la torre del homenaje situada al oeste con saeteras dirigidas a oeste y sur con cuatro torres, también de planta cuadrada, y también con saeteras a los cuatro puntos cardinales. La torre del homenaje está atravesada en su mitad norte- sur por el paño de muralla, mientras que la mitad de los paños norte y sur se emplazan dos torreones de planta semicircular con tres aspilleras. En el ángulo sudeste se emplaza otro torreón, que adopta la forma de albarrana, o tipo de torre que sobresale del paño de muralla y que se une al mismo por un avance de la misma. La planta de las torres del paramento norte es de tendencia rectangular, mientras que las del paramento sur son de planta de tendencia cuadrada. La torre adosada del norte tiene cierre del paramento sur, mientras que la que se enfrenta a esta no tiene este cerramiento posterior. Presenta una protección muraria que enlaza la torre albarrana del ángulo sudeste con la mitad del paramento este, en forma cuadrangular y que según Mora Figueroa data de 1419. Muy posible es que su construcción se realizara para proteger un manantial que se halla en ese lugar. Las esquinas del paseo de ronda se hallan ensanchadas para dar acceso a las cuatro torres, realizándose la ascensión a aquel en su esquina noreste, muy cerca de la entrada al recinto que se halla en el tercio más cercano del paramento norte al ángulo noroeste.

Un sistema de fortificación no se componía sólo de elementos estáticos, como es el castillo, sino que implicaba otros fuera del núcleo central y que tenían su vital importancia en las comunicaciones. Así desde las Aguzaderas se extiende en el piedemonte de la sierra una serie de torres atalayas, algunas de las cuales son las de Cote (Montellano) y las El Bullo y Lopera (Utrera), mencionada esta última en tratados antiguos, como en la obra de Rodrigo Caro, aunque no obstante la mejor conocida y más investigada es la de Cote, de presunto origen hispanomusulmán. Este sistema estaba en función de la defensa de la frontera sudeste del Reino de Granada. Concluimos estas líneas dedicadas a un ejemplo más de este rico y disperso patrimonio cultural edificado con una reflexión que siempre nos gusta traer a estas páginas y es la de la necesidad de fomentar el respeto por nuestro pasado común, evidenciado en los restos materiales del mismo. No está de mas una llamada de atención en momentos en los que afortunadamente otros sectores de nuestro patrimonio, como el natural, ya está teniendo la atención y la garantía de preservación que merece.

No ocurre así en todas las ocasiones con el cultural y el arqueológico, tan despreciado e incluso expoliado sistemáticamente en bastantes lugares que no ha enumerar ahora. Educación a las nuevas generaciones, respeto por le patrimonio común y denuncia sin temor de las agresiones pensamos que es la mejor de las políticas y de las acciones mas eficientes y que a la larga nos depararán mas beneficios en la transmisión de los bienes heredados y que debemos legar incluso magnificados a las generaciones venideras. Por ello cuando viajamos, ya en las rutas del sur, ya en otros viajes más largos y que nos llevan toda una vida, debemos de hacer un hueco en nuestro morral para las sensaciones que emanan de los que algunos pretenden mudo e inerte patrimonio edificado. La consabida y a veces ya tediosa frase de “si las piedras hablaran” se hace majestuosa realidad en tantos y tantos ejemplos, ocultos o manifiestos de un pasado común de mas de cinco milenios. En el viaje y en la vida, conocer y respetar son los dos pilares en los que las elocuentes piedras de nuestro patrimonio son maestras de historia y escuela de presente

El castillo de Almenara



Ayer subimos al castillo de Almenara. Nos recibió como siempre la barrera con las troneras, que circundamos hasta el punto, justo donde se orienta al norte y se vislumbra Uclés en la lejanía, donde los cantiles impiden el paso. Dos torres de planta semicircular flanquean otra de idéntico trazado, que acoge en su paramento norte los restos de la puerta del recinto, cegada de antiguo aunque apreciables aún la base de las jambas, restos del matacán y el hueco donde debió de exhibirse un escudo de mediano tamaño. La visita no pudo ser más fructífera ya que acompañamos a tres reconocidos castellólogos que “nos abrieron los ojos” sobre determinados detalles, que en las visitas que casi todos los años realizamos con familiares y amigos, nunca advertimos.

Tras ingresar por el pequeño portillo situado junto a la imponente torre sudoriental, ascendemos por una pequeña rampa, maciza del escombro acumulado en el recinto y observamos el paramento interior de la barrera, con los restos de la escalera que accede al adarve (o camino de ronda). La torre que acoge la puerta cegada se halla curiosamente limpia de escombro y presenta la cara interior de aquella bien enmarcada por arco y jambas. El interior de las torres de la barrera conservan, además del escombro procedente quizás de una campaña de restauración realizada hace una veintena de años, la bóveda de su cubierta y huellas de distintas fabricas o reforma de sus paramentos originales. En el interior de este recinto destaca frente a la situación de la puerta original, restos de una torre con huella de ventana cegada y alambroz, posiblemente de época moderna y desde esta zona se accede a las caballerizas, que a modo de pasillo abovedado abraza por sus cuatro lados el gran aljibe que luego comentaremos. Diversos restos de estructuras afloran en esta zona, por la que llegamos al límite del castillo, al oeste, junto en la zona donde los cantiles (que hemos, mencionado al rodear la barrera) escarpan la planta en este lugar.

Volvemos sobre nuestros pasos y accedemos en la esquina sureste por una pequeña barrera con su arco que protege la entrada al tercer recinto, si los numeramos de fuera a adentro, y donde tras girar al noroeste, traspasamos el muro de lo que debió ser la torre del homenaje del primitivo castillo medieval, que debió tener una gran extensión y del que queda en su extremo occidental los restos de una estancia abovedada, junto a la que queda una ventana alta con dos bancos empotrados a cada lado de la misma. El extremo este del paramento se corresponde con los restos de una escalera y una chimenea, además de restos de atarjeas o canalizaciones de agua, que bien pudieran situar aquí el área de servicio del conjunto.

El área central del recinto interior, al que se accede desde el área central de este gran paramento conservado, se articulaba en torno a un patio posiblemente columnado que se halla sobreelevado respecto a todo el resto del interior del castillo. En el centro de este no muy amplio espacio se halla la boca de un aljibe y los tragaluces del techo de la caballeriza que lo rodea. La cubierta de aquel es abovedada, su planta es rectangular, tiene gran altura y sus paredes aparecen recubiertas de pintura a la almagra. Como no podía ser de otra manera, el macizado de escombros en el fondo del mismo augura aún unas mayores dimensiones de la estructura hidráulica. Otros elementos anexos en el área central del castillo y según acertada observación de uno de nuestros amigos, pueden hacernos pensar en reocupaciones sucesivas, sobre todo en los conflictos bélicos de los últimos dos siglos, del área central del castillo.

Siempre es gratificante recorrer bajo las escasas almenas e imponentes paramentos los restos de uno de los castillos señeros de la familia Mendoza en las tierras de la Orden de Santiago. En definitiva, una preciosa mañana.