Tres décadas hace que prendió primero la Historia y luego una de sus técnicas "colaterales" la Arqueología. Desde entonces tantos paisajes, tantos lugares y en todos siempre un detalle, que nos deja un jirón de recuerdo. Por ello esta "arqueología colateral" aspira a recuperar retazos de aquellos viajes, estancias, personas, lugares que hemos surcado en pos de la labor cotidiana de la arena entre los dedos, la criba del hueso, de la astilla oxidada que un día clavo fue...

martes, 17 de abril de 2012

La cántara de los Mezquita



Hace una semana logré acceder a la vía de servicio, unos kilómetros antes de Andújar en la N-IV. En un viaje anterior habíamos entrado en el casco urbano y como suele ocurrir en otros muchos nos hallamos sin un solo aparcamiento regulado, excepto una suerte de solar donde se amontonaban los vehículos. Es increíble el dinero derrochado en adornar rotondas (“Redondicas” en Cartagena) en multitud de municipios y que el estacionamiento siga siendo la asignatura pendiente. Naturalmente se prodigan las precarias y carísimas zonas azules reguladas por los Ayuntamientos, pero no las iniciativas privadas de aparcamientos subterráneos o simplemente en el interior de edificios, con varios pisos en altura, como uno que conocemos en el centro de Madrid. El caso es que ni siquiera nos bajamos del vehículo y abandonamos contrariados la urbe. 
Ahora hemos descubierto el alfar de una rama familiar de los Mezquita. La dinastía es legendaria en Andújar, como Tito en Úbeda, Lario en Lorca, Púnter en Teruel...alfareros algunos de varios siglos de tradición. Teníamos un candelero de la familia que habíamos adquirido en una tienda de Toledo, en nuestra colección de candiles y palmatorias cerámicas y ahora hemos adquirido un cántaro de gran tamaño. A decir verdad y según la persona que amablemente nos atendió - cántara - ya que solo tiene un asa. Los cántaros ahora, solamente ornamentales, se han doblegado a la tiranía de la cantarera y por ello han adaptado sus tamaños a las cuatro tablas que conforman su sujección. Por ello algunos cántaros actuales tienen unos tamaños poco representativos de sus primitivas funciones. 
No es este el caso de la cántara de los Mezquita, que tiene el tamaño original y un color “avellana” característico. Ahora luce con otra media docena, Mota del Cuervo, Moveros, Tajueco, Bailen (de mediano tamaño eso sí) y Salvatierra de los Barros junto a la ventana de nuestro local de trabajo. La verdad es que nunca hemos abundado en la colección de cántaros, quizás porque no disponíamos del espacio suficiente para exponerlos, pero no cabe duda que siguen siendo uno de los recipientes cerámicos más bellos y más representativos de una alfarería utilitaria casi extinta. Que lejos de aquella exposición en una galería - tienda de la calle Huertas de Madrid, que en los primeros años de la Transicción reunió decenas y decenas de cántaros procedentes de toda España. Aún conservamos el cartel, apenas un A4 de papel de estraza con multitud de alfares reseñados. Quizás lo enmarque y lo sitúe junto al rebaño de cántaros y cántaras (aquí si que está justificada esta expresión de “género”), donde la cántara de los Mezquita constituye la última adquisición.

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