Tres décadas hace que prendió primero la Historia y luego una de sus técnicas "colaterales" la Arqueología. Desde entonces tantos paisajes, tantos lugares y en todos siempre un detalle, que nos deja un jirón de recuerdo. Por ello esta "arqueología colateral" aspira a recuperar retazos de aquellos viajes, estancias, personas, lugares que hemos surcado en pos de la labor cotidiana de la arena entre los dedos, la criba del hueso, de la astilla oxidada que un día clavo fue...

martes, 5 de junio de 2012

El neón de Tío Pepe y los grupos humanos extintos



Fotografía: http://guias-viajar.com/espana/madrid-puerta-sol-cartel-anuncio-publicitario-tio-pepe/

A veces pienso que seguimos siendo una tribu de nómadas. En las frías mañanas de invierno o en los mediodías de los estíos de las estepas castellanas muchos arqueólogos nos afanamos en desentrañar los restos que nos dejaron esos grupos humanos ya extintos. Detectamos las manchas oscuras que dejaron tras su desintegración sus cabañas, sus silos de alimentos, sus aljibes hoy colmatados de fragmentos de cerámicas, hueso, algún clavo en las cronologías más tardías. Entre esas cerámicas fracturadas hace tres o cuatro milenios ya hay decoraciones reconocibles, trazos pergeñados con un buril que mantenían quizás la identidad de cada una de las tribus y que hoy nos permiten "colgar" más adelante o más atrás esas piezas en la larga, larga cuerda de tender que es la cronología de la Prehistoria Reciente.

Por ello, cuando estos días hemos conocido que el cartel de Tío Pepe de la Puerta del Sol seguramente desaparecerá como esas cerámicas abandonadas en el sedimento de una escombrera, he pensado que seguimos siendo nómadas y que quizás ya no tenemos más patria que la ribera de los ríos en las mañanas de invierno o los prados de montaña en las tardes de verano. Y la larga cuerda de tender de los milenios pasados no han servido de nada, porque nos extinguiremos como grupo humano, más pronto que tarde y no volveremos nunca a recoger las cerámicas decoradas del siglo XXI, que hoy son los símbolos creados por la publicidad, la identidad forjada en las últimas centurias.

Los trazos en la cerámica abandonada hace tres milenios eran identidad para aquellos nómadas que nunca volvieron a aquellas riberas. Si hoy destruimos conscientemente nuestros símbolos, estaremos condenándonos paulatinamente a no volver nunca a trazar nuevas identidades. Apagado el neón de Tío Pepe damos otro paso para olvidar quienes hemos sido y caminar hacia la extinción de un grupo humano más, ahora del nuestro y quizás después ya no queden arqueólogos que desvelen que era aquella botella, aquel sombrero, aquella guitarra...

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